lunes, 24 de marzo de 2014

Lazarillo del siglo veintiuno

En Madrid a 24 de marzo de 2014.
Estimado juez Alfonso Peréz Ruíz:
Desde que nací no he sido más que un simple pícaro de las calles españolas. Nací un cálido agosto en el hospital Virgen de los Reyes en Sevilla. Mis padres se habían mudado a las tres mil viviendas, no era un buen barrio pero a mis padres no les llegaba el dinero para vivir en un sitio mejor. Mi padre trabajaba en las obras cercanas junto con tipos fuertes. Cuando no le veían mi padre robaba el cobre que servía para el funcionamiento de la electricidad en el edificio para después venderlo en el mercado negro. Mi madre se bajaba a una esquina sin terminar de vestirse y se montaba en coches de unos completos desconocidos y al rato volvía con un poquito de dinero.
Cuando cumplí cinco años me llevaron por primera vez a un lugar parecido a la cárcel pero en vez de agua, comida y cama te dan algunos conocimientos que de muy poco me servirían en mi vida picaresca. El colegio era una pura tortura para mí lo único que aprendí fue a escribir y leer siendo lo único útil en mi vida.
A los 9 años hice una pequeña tradición cristiana llamada primera comunión en la cual tienes que decir cuatro tonterías y comerte una torta de pan, algo muy absurdo pero de mucho valor para mi familia. Aquel día vino a verme lo que quedaba de mi familia: mi abuelo Federico, mi tía Alfonsína y mi tío Jacobo. Recibí cinco regalos, pero el que más me gusto fue el de mí tío Jacobo, era una bolsa de las de carrefour de tela llena de petardos en poco tiempo incendié la mitad de la sala del banquete de celebración. Nada más llegar los bomberos salimos toda mi familia escopetados de allí sin pagar ni medio céntimo.
Cuando volvía a estar en clase los profesores no paraban de fastidiarme de una manera insuperable, yo los odiaba a más no poder hasta que un día no pude más y estallé, desaté toda mi ira contra la profesora de ingles, ella sin vacilar ni un segundo me mando de inmediato tres meses a mí casa. Aquel día al llegar a mi casa estaba asustado por lo que mis padres me pudieran decir, así que entre sigilosamente y en un tono muy suave se lo conté todo lo ocurrido. Mi madre no se enfado solo me dijo que me tenía que controlar un poco, en cambio mi padre se enfado como nunca lo había visto y al final de la regañina me dijo que mientras no fuese a la escuela tendría que ayudarle en su trabajo.
A la mañana siguiente mí padre cumplió lo prometido y me llevo al trabajo, me dijo muy seriamente que robara todo el cobre que pudiese sin que nadie de la obra se percatase de mí. Así lo hice me lleve envuelto en mi cuerpo más de treinta kilos de cobre, parecía ironman. Al día siguiente mi padre me volvió a llevar para que siguiera robando pero esta vez dos guardias de seguridad me vieron y nada más saber quien era mí padre, lo cogieron y lo mataron a palos la ambulancia llegó demasiado tarde mi padre estaba muerto. Al volver a mi casa sin mi difunto padre vi que unos policías se llevaban a mi madre, ellos me dijeron que se la llevaban por prostitución. En un momento me quedé completamente solo sin padre y sin madre, parecía una pesadilla. Al rato unos hambres de la seguridad social se asomaron por mi puerta y me llevaron a mí también.
A los dos días de llegar a un orfanato unos padres de acogida me llevaron a su casa. De cara al publico parecían unos ángeles, pero de puertas para dentro eran los mismos diablos del infierno. Me trataron como a un sirviente que no valía ni tres duros, me daban de comer una vez a día para que no me muriese y cada dos por tres me pegaban alguna paliza, hasta un animal tendría más piedad. A los tres meses de vivir allí decidí escaparme, esperé el momento más oportuno y me fui. Lo único que falló en mí plan era la falta de comida y dinero por lo que no tenía manera de poder comer. El primer día me las apañé bien para robar un poco en las tiendas, pero el segundo día no podía ni moverme había dormido mal y me estaba muriendo de hambre. Menos mal que un hombre generoso que pasaba por allí me dio una pequeña porción de su hamburguesa de un euro del McDonald. Una vez recobradas las energías puse rumbo a la estación de autobuses pera colarme en uno y irme a casa de mi tío Jacobo. El primer autobús en el que me intenté colar no me fue bien pues el conductor estaba muy atento a lo que subía en su autobús y me echo de una patada. Probé suerte con otro autobús este no era como los demás, este era de color azul y tenía los asientos más ordenados y bonitos. De todas maneras me subí en él y me dormí, cuando me volví a despertar estaba en Madrid, lo sé porque un hombre que había en el autobús dijo: acabamos de llegar a Madrid. yo me asusté pero nada más salir del autobús me aleje corriendo hacia el Mercadona más cercano, como tenía hambre me escondí en un rincón con mucho bollos y empecé a engullir de una manera descomunal, el jefe de aquel sitio me vio por las cámaras de seguridad y diciéndole a los trabajadores que me atraparan llamó al correccional, yo intente escapar pero era algo inútil. Al final acabé en el correccional.
Como puede ver en el relato de mi vida señor juez es que mi familia siempre ha sido picara y por mucho que lo intente esa va a ser mi naturaleza. Por lo que le pido que me deje pasar la navidad con mi familia o lo que queda de ella.

domingo, 9 de febrero de 2014

Redacción

Ese día tan bueno y soleado fue perfecto, aunque empezó siendo bastante aburrido. Estaba viendo la televisión cuando mi padre apareció con la idea de irnos al campo en bicicleta. A mí me pareció buena idea, pero mi hermana estaba en contra de la proposición que nos había hecho mi padre. Al final mi hermana accedió a ir a regañadientes. Así que cogimos las bicis y nos fuimos al campo. Atravesamos toda la ciudad pasando por algunos lugares emblemáticos.  Al llegar al campo estábamos mi hermana y yo muy cansados, por lo que mis padres nos dieron una gran merienda. Al terminarla nos pusimos en marcha. Nos acercamos a un lago gigantesco y muy transparente. Nos paramos a contemplarlo, cuando nos fijamos en la hora ya estaba oscureciendo y nos fuimos a casa. Fue un día inolvidable.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Oraciones impersonales.

Fue aquel invierno de 2011. Aquel día parecía que llovía sin motivo. No hacía frío por lo que la lluvia extrañaba a todo el mundo, aun así, la gente no paraba de hacer las ultimas compras de navidad. De pronto se me acerco un hombre viejo, con ropas aun más viejas, tenía una barba tan larga que le llegaba hasta el ombligo, unos ojos cansados como si no hubiera dormido en días y con una peste insoportable. Aquel hombre que parecía un vagabundo me dijo: ¡Habrá un grave accidente! Al principio pase del hombre y seguí haciendo mis compras de ultima hora, pero hacer las compras eran imposibles con aquel extraño hombre mirándome a través del cristal de la tiendo con esa mirada que te hacía sentir culpable aun siendo la persona con menos conciencia del mundo. Salí de la tienda para perderlo de vista, pero al abrir el paraguas  allí estaba el hombre buscando cobijo de la muerte en mí. Le pregunte que era lo que quería y me dijo con unas palabras bastante escalofriantes con las que predecía su muerte aquella noche. como no sabía lo que debía hacer me quede toda la noche con el pero cuando estaba a punto de amanecer decidí irme a mi casa ya que había pasado la mayor parte de la noche sin problemas. Al día siguiente en el periódico salía que había muerto un hombre muy viejo en el portal de la calle en la que había dejado al anciano, en ese momento me recorrió un sentimiento de culpa indescriptible. Al rato alguien llamo a la puerta, al ver que era el hombre con el que había pasado la noche me alegre muchísimo.

La oración.